OrganizacionalMENTE sanos
Por María Ximena Durán, Alumni GC, Psicóloga y Coach.
Es domingo en Colombia. No son aún las 6:00 de la tarde y Marisol se siente intranquila, piensa una y otra vez sobre la fuente de dicha intranquilidad que aún no es clara para ella. Siente ganas de llorar, se pregunta qué es lo que ha pasado, o qué es lo que ha olvidado hacer y que está robando por completo su paz. Se esfuerza al máximo por disfrutar “el corto espacio de tiempo que le queda para aprovechar su fin de semana y la compañía de su familia y amigos” … pero, no lo consigue.
Comienza a recorrer mentalmente la lista de pendientes que tiene para la semana que comienza. Las reuniones que debe preparar, las presentaciones que aún no están listas, el seguimiento semanal con su jefe en el que le preguntará por varios de estos pendientes aún sin resolver. Se le ocurre una “solución”: podría ir a urgencias refiriendo sus síntomas actuales y tal vez incluir un par más no tan reales, y si es su día de suerte podría obtener una incapacidad y conseguir un par de días más.
Al otro lado del mundo, en Australia, hace alrededor de 3 mes Peter, el Director de Ventas más exitoso de una renombrada compañía de consumo masivo, presentó sorpresivamente su renuncia irrevocable a esta posición que venía desempeñando desde hace un par de años, argumentando motivaciones personales. Un par de semanas después de su renuncia estaba internado, con acompañamiento psiquiátrico y medicación. Su cuerpo finalmente se rendía ante los episodios de ansiedad y estrés que había venido presentando desde hacía varios meses, y con respecto a los cuales no había hablado con nadie.
Estos son solo ejemplos del alarmante y creciente número de casos de afectación en la salud mental, emocional y física que se presentan a diario en el mundo entero y en el país. De acuerdo con fuentes como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia, los problemas de salud mental y física se han generalizado, pero además se han exacerbado debido, entre muchos otros factores, al impacto de la crisis por COVID – 19 en las dinámicas personales, familiares y profesionales asociadas con el confinamiento y nuevos esquemas laborales.
Los anteriormente mencionados y una gran cantidad de factores adicionales como el incremento en las tasas de ausentismo laboral, rotación, disminución de la productividad y su alto impacto económico en las organizaciones, sólo por mencionar algunos ejemplos, han desencadenado en que las empresas comiencen a dimensionar y reconocer los costos asociados al hecho de haber descuidado y no abordado oportunamente los problemas de salud emocional y mental de sus colaboradores, y estén volcando entonces de manera prioritaria no solo su atención sino también esfuerzos importantes al asunto. Esto, no solo desde el entendimiento y análisis de la realidad particular de su staff de colaboradores a través de la aplicación de encuestas de bienestar y salud, sino también por medio de la implementación de acciones concretas y sostenidas, así como programas enfocados en el acompañamiento e inclusión de rutinas de salud mental, física y emocional en las jornadas laborales de las organizaciones, para los colaboradores e incluso las familias.
¡Es inminente la transformación en la forma de pensar y actuar de las organizaciones, de cara a prevenir y enfrentar los problemas de salud mental y emocional de sus colaboradores!
No solo porque es una realidad mundial objeto de atención, entre otros, de los responsables sobre la salud y políticas públicas, sino además porque los mismos colaboradores exigen y valoran cada vez más las empresas y recursos que estás ofrecen, que contribuyen al manejo de los problemas de salud que enfrentan, y que han dejado de ser el tema tabú que eran hasta hace solo un par de años.
Hoy en día los colaboradores esperan que las organizaciones para las cuales trabajan se tomen en serio los problemas de salud mental y proporcionen no solo medios para su prevención sino también la asistencia necesaria ante casos de estrés laboral, depresión y ansiedad. Temas que como se mencionaba anteriormente, se han venido hablando cada vez de manera más abierta y hacen parte de las agendas no solo de los líderes de áreas, sino también de los ejecutivos en las áreas de recursos humanos de las organizaciones.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado recientemente resultados de encuestas que demuestran que los empleados son más abiertos a hablar y buscar ayuda en relación con el estrés, la ansiedad y la depresión ahora, de lo que eran hace más de 5 años atrás. Incluso, más del 90% de los encuestados considera firmemente que sus empleadores deberían preocuparse y ocuparse también de su salud mental y emocional. Y más del 80% indicó que los beneficios asociados con la salud son indispensables al momento de considerar una oferta laboral.
Así las cosas, si bien la responsabilidad sobre el cuidado de la salud mental, emocional y física por supuesto recae principalmente de manera directa sobre la persona misma, ya deja de ser opcional para las organizaciones enfocarse en destinar inversiones importantes de tiempo y recursos económicos que representen mejoras sustanciales y reales en la salud de sus empleados y en consecuencia en los resultados y desempeño de la empresa.
La literatura alrededor del tema de salud mental en las organizaciones es cada vez más amplia y difundida, y se han venido obteniendo algunas conclusiones que compartiré brevemente y de manera general, pero en mi concepto es indispensable que no solo como empresas, sino como países, departamentos de salud, instituciones de investigación, etc., continuemos estudiando, analizando y profundizando en la que hoy en día ya incluso entra en el listado de las causas que encabezan los motivos de incapacidades parciales o permanentes, e incluso ya se han demostrado como desencadenes de algunas de las causas de muerte más comunes en el mundo como infartos y accidentes cerebrovasculares; el estrés y la salud mental.
Sin dejar de insistir en el hecho de que considero que no hay lugar alguno a dudas con respecto a la responsabilidad individual existente alrededor de la salud mental, emocional y física, esta resulta ser una responsabilidad compartida. Es justamente por esta razón que me he animado no solo a profundizar en el tema, sino a invertir horas diarias y meses a la lectura e investigación alrededor del mismo, pues como psicóloga, como ser humano, pero además como profesional que ha trabajado en el área de recursos humanos en compañías de diferentes sectores por más de 12 años, entiendo más que nunca la corresponsabilidad que desde las organizaciones tenemos alrededor de la prevención e implementación de planes de acción, que se traducen sin duda alguna en un gran desafío y trabajo por delante.
Un buen comienzo podría girar en torno a la necesidad de medir y entender los panoramas que tenemos al interior de cada una de nuestras organizaciones de manera particular. Herramientas como las encuestas de bienestar y satisfacción laboral (diferentes a las baterías de riesgo psicosocial, aplicadas exclusivamente para cumplir con la legislación nacional), además de espacios como grupos focales, sesiones individuales, entre otros, son un buen punto de partida para comprender y medir no solo nuestro clima, sino también los índices de salud mental y emocional en nuestras organizaciones. La única manera en la que podremos implementar programas y planes de acción ajustados a las necesidades reales, que nos permitan generar un impacto significativo, tomando como base la información que corresponda a la realidad de nuestros empleados.
Lo anterior contribuiría además de manera directa a abrir conversaciones genuinas, que trasmiten un mensaje de seguridad y confianza para tocar el tema de manera explícita partiendo de los mismos líderes de la organización, lo que abriría incluso puertas para exponer situaciones y casos individuales. Muchas organizaciones hoy en día tienen incluso líneas de apoyo e intervención en crisis para sus colaboradores y los miembros de sus familias.
Por otro lado, se abren ventanas cada vez más amplias para establecer un pool muy variado de beneficios que están lejos de ser netamente económicos e incluso ya se ha demostrado mucho más relevantes que estos alrededor de la salud mental de los colaboradores, como días libres cada cierto periodo de tiempo, acceso a plataformas de apoyo y acompañamiento psicológico, programas de bienestar integral con acciones diarias como charlas de alimentación consciente, yoga, respiración consciente, etc., e incluso un gran número de corporaciones a nivel mundial han contratado dentro de su staff profesionales de salud mental y coaches dedicados el 100% de su tiempo a atender en sesiones individuales a los colaboradores de las empresas interesados en el servicio.
Muy amplia sería la lista de posibles acciones que podrían mencionarse en este artículo, pero he preferido que sea un breve llamado no solo a la atención que nos merece tan importante tema, sino también a la acción por parte no solo de cada uno de nosotros como individuos, miembros de sociedad, familia, grupos y responsables por nuestra salud mental y física, sino también como organizaciones y líderes de procesos a tomar consciencia que es no solo un tema de interés público, sino que se vuelve mandatorio en un propósito superior de velar por el bienestar de nuestra sociedad.
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